A CIEGAS

Cap. I

Eran las 8:00 de la mañana, algo temprano, por ser domingo, pero si no se levantaba pronto, luego el día se le haría corto.
Poco a poco, fue abriendo los ojos, para que la luz no le hiriera. Se desperezó, aun en la cama, y decidió que, si no se movía pronto, se iba a quedar dormida de nuevo.
Se puso en pie de un bote y se miró al espejo; cada mañana, como si de un ritual se tratara, hacía lo mismo.
Desnuda, tal y como dormía, se detuvo delante del mar de plata para poder observar su anatomía por completo. Cogió el cepillo para el pelo y se comenzó a peinar, de forma pausada y tranquila, esmerándose en cada movimiento, de forma que su negra melena se fue desenredando poco a poco, pasada a pasada, y los mechones, sueltos, iban rodeando su espalda y sus pechos. Sus pezones, con el suave roce de los cabellos, se pusieron duros, erectos, cosa que le producía un gran placer. De ahí que, una vez peinada, soltara el peine y comenzara a jugar con sus alegres senos. Pero en ese momento se dió cuenta de lo sola que se encontraba y, de pronto, se entristeció, volvió a mirarse en el cristal, pero esta vez a los ojos, que eran de un azul más intenso que el del cielo en el día más soleado, y pensó:
– Bueno, al menos todo sigue en su sitio.
Sonrió y comenzó a vestirse.

A las 8:37, las tostadas en el tostador, comenzaban a dorarse; mientras, el café instantáneo se calentaba en el microondas, y ella preparaba la mesa con el mismo esmero que si lo hiciera por primera vez en su vida.

A las 9:00 ya estaba dispuesta para hacer lo que fuera, pero ese era precisamente el problema: ¿qué hacer? ¿con quién ir? Así que, mientras pensaba qué era lo mejor, cogió el mando a distancia del televisor, lo encendió y comenzó a hacer zapping. El panorama no podía ser más original: dibujos animados por aquí, dibujos animados por allá, si es que no hacían anuncios…
– Me he levantado a la hora de los niños pequeños – fue lo primero que le pasó por la cabeza. Pero no le dio tiempo a más, pues en ese mismo instante comenzó a sonar el teléfono.
Corrió para poder apagar el contestador automático a tiempo y descolgó el auricular de forma enérgica.

– ¿Sí?
– ¿Irene? ¡Hola maja! Soy Tere, ¿cómo andas?
– ¡Bua!, sola como de costumbre, pero por lo demás bien ¿y tú?
– Yo, ya sabes, con Jorge tengo para rato…
– Bueno, y ¿a qué debo el placer de esta llamada tan temprano? Ja, ja, lo digo porque tú no sueles madrugar…
– Vale, vale, sin coñas ¿eh?, que una tiene la fama, pero cuando tiene que hacer algo, se levanta antes de que cante el gallo.
– Ja, ja, ja.
– Pues, mira, el motivo está relacionado con Jorge y contigo…
-¿Cómo? ¿Ya te has cansado de él?
– Vaya, hoy está ocurrente la chica… No, no, es que… verás, como últimamente te estás quejando siempre de lo sola que estás, pues hace unos días se lo comenté a Jorge y él, en seguida pensó en un amigo suyo, un tal Andrés al que yo no conozco…
– Ah, me parece que ya sé a donde quieres ir a parar…
– Sí, sí, Irene, pero déjame acabar. El caso es que el tal Andrés siempre está dándole la tabarra a Jorge de que quiere salir con él y conmigo, por ahí de fiesta, y claro, si puede ser con una amiguita mía, pues mucho mejor.
– No si tonto no debe de ser el tipo. Así que tú, ni corta ni perezosa, has pensado que podríamos salir las dos parejas por ahí, a pasar la noche.
– Bueno, tú lo has dicho. ¿Qué te parece?
– Pues, ¿qué es lo que quieres que me parezca?: una cita a ciegas; porque, ¿tú no tienes ni idea de cómo es el tal Andrés?
– La verdad es que no. Cada vez que he intentado que Jorge me dijese algo, él ha cambiado de tema. No sé, supongo que querrá darle emoción al encuentro. ¿No?
– Debe de ser eso…
– Y bien, entonces ¿qué? ¿te apuntas o no? Puede que la cosa resulte realmente bien… ya sabes que quiero decir…
– Sí Tere, te conozco como si te hubiese parido… Pero también puede que salga fatal…
– Bueno, aceptaré eso como un sí…
– Sí, porque de todas formas, para quedarme en casa haciendo zapping, prefiero aguantar un rato a un pelma. Y además, quién sabe, quizás salga un príncipe azul al rescate…
– Tranquila, tranquila, no empieces con tus maquinaciones… No quieras adelantar acontecimientos… Para empezar, quedamos en la hora, ¿vale?
– Tú diras…
– Pues estate preparada a eso de las doce y media, que nosotros te pasaremos a recoger en coche y luego le pasaremos a recoger a él, que vive un poco más lejos y nos cae de camino.
– Así que habrá emoción hasta el último momento.
– Pues sí chica. No te creas, que yo también estoy intrigada.
– Bueno, entonces hasta las doce y media de la noche.
– Tú lo has dicho. ¡Adiós maja!

Un comentario sobre “A CIEGAS”

  1. Hola, a muchas gracias por la historia aunque pensaba que duraria un poco mas, de todas maneras gracias por ponerla

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.