A CIEGAS

Cap VIII

Un escalofrío recorrió la médula de Irene, partiendo de la mano de Andrés que estaba fuertemente aferrada a su nuca.

– La voy, la voy… -seguía tartamudeando la mente de Andrés.

Acercó el cuerpo de Irene al suyo y entonces, aflojando las manos, y apoyando la cabeza de ella contra su pecho le dijo, con miedo, casi en un susurro:

– Te voy, te voy…
– ¿Sí? -preguntó ella.
– Te voy… Creo que te voy a querer para siempre… -por fin soltó, y la besó en el pelo.

A lo que ella, incorporándose, repuso casi gritando, teniendo su nariz pegada contra la de él:

– ¡Pero cómo! ¿¡Qué es eso de «creo»?!

Andrés se quedó mudo. E Irene no pudo aguantarse la risa.

– Ven p’aca machote, que me vas a hacer un hijo esta noche. -pensó Irene.
Cogió la mano de Andrés y se levantaron, para acercarse así a Tere y Jorge. Ella les dijo algo que Andrés no llegó a escuchar, pero Jorge levantó el dedo pulgar con el resto de su mano derecha cerrada, a la vez que le dedicaba una amplia sonrisa… quizás sería la sangría…
Acto seguido Irene estiró del brazo de Andrés en dirección a la salida. Andrés, que ni siquiera había podido despedirse de la pareja de celestinos, estaba muy pero que muy feliz, pero a la vez intrigado.

Mientras, en aquel rincón en el que seguían Tere y Jorge, todo eran arremucos y risas:

– Bueno Tere, la verdad es que no nos podemos quejar… La primera vez que nos dedicamos a jugar a esto de las agencias matrimoniales y parece que el caso ha salido fenómeno.

– Sí, my love, es que somos geniales… ¡Muá!

¡¡¿¿FIN??!!

ChusZ said.

Un comentario sobre “A CIEGAS”

  1. Hola, a muchas gracias por la historia aunque pensaba que duraria un poco mas, de todas maneras gracias por ponerla

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