Cap. I.
«Uno de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril,
5 de mayo, 6 de junio, 7 de julio San Fermín,
hasta aquí teníamos que ir,
7 de julio San Fermín»
Son las 5:30 de la mañana. Suena mi radio-despertador. ¡Qué mierda! Es una lástima que una melodía tan bella, tenga que ser asociada con un momento tan asqueroso: despertarse.
Me levanto, pesadamente, pues no tengo otro remedio. Me dirijo al lavabo, mientras de fondo aun se escucha: «Uno de enero…».
Descargo la vejiga: «Dos de febrero…»
Me lavo la cara: «Tres de marzo…»
Me peino: «Cuatro de abril…»
Saco la máquina de afeitar: «Cinco de mayo…»
La conecto: «Seis de junio…»
La enciendo: «Siete de julio San Fermín…»
Y canto mentalmente: «Hasta aquí teníamos que ir…» Pero, por encima del sonido de la maquinilla de afeitar eléctrica, por encima de la música del radio-despertador, por encima del silencio que debería de haber a estas horas de la mañana, un sonido desgarra mis oídos en este mismo instante: «Staaaay, staaay awaaaay, staaay awaaaaaaay, staaaay awaaaaaay!!!!!
Monkey say, monkey do…»