Artículo que empieza como una recolección de casos en los que la propagación de la información ha ido en contra de sus protagonistas, pero que acaba con una reflexión algo más «transcendental».
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Miles de cámaras pueden acabar con tu reputación
Madrid.- Una chica y su perro entran en el metro. El animal defeca en medio del vagón sin que su dueña muestre signos de alteración. Varias personas se indignan pero la chica sigue sin inmutarse. Dos de los viajeros le hacen una fotografía y la publican en sus respectivos blogs.
En las horas que siguen, cientos de navegantes ven la foto y conocen la historia. La imagen del perro y su dueña vuela de ordenador en ordenador y se truca y se retoca para ridiculizar a la chica. Hasta le ponen un mote: dog-shit-girl. Pronto se conocen su pasado e identidad y se convierte en blanco de burlas e insultos cuando la gente la reconoce por la calle.
Sucedió en Corea, a principios del mes pasado, y es un ejemplo más de la impunidad con la que las fotografías circulan por la Red sin que los que aparecen en ellas puedan controlarlas ni evitar que sean manipuladas para hacerles caer en el ridículo.
Algo parecido le sucedió a una chica californiana que fue fotografiada en medio de una fiesta, en postura y gesto absolutamente desfavorecedores, mientras bailaba al estilo punk. La imagen fue difundida y se manipuló hasta la saciedad, mezclando la foto de la joven con contextos impensables que dieron lugar a una burla monumental. La han apodado «Moshzilla» y se ha hecho tan popular que hasta cuenta con una entrada propia en la Wikipedia, la enciclopedia libre de Internet.
Canadá también tuvo una celebridad adolescente gracias a la web. Un joven de 15 años se grabó a sí mismo utilizando la cámara de la escuela de educación secundaria a la que asistía. Eran dos minutos en los que el chico, que padecía un notable sobrepeso, empuñaba un palo de golf y simulaba una lucha al más puro estilo del personaje de Dearth Maul de la película de «la Guerra de las Galaxias».
La cinta estaba pensada para un consumo estrictamente privado, pero cuatro alumnos del instituto la digitalizaron y la difundieron a través de Internet. El vídeo viajó a toda velocidad por la Red y pronto había sido aderezado con todo tipo de montajes que lo hacían todavía más satírico. El apodo en este caso tampoco se hizo esperar y el anónimo estudiante se convirtió en Star Wars Kid.
El joven acabó el curso en un psiquiátrico infantil y sus padres demandaron a los cuatro compañeros que habían robado y difundido el vídeo. La historia tuvo un final relativamente feliz, porque dos blogs hicieron una colecta en la que consiguieron reunir cerca de 3.000 euros para compensarle.
En España tampoco faltan casos similares: fotografías privadas, a menudo extremadamente íntimas, que se popularizan en la red en contra de la voluntad de sus protagonistas.
El caso más famoso es el que sacudió la localidad extremeña de Mérida en agosto de 2004, que afectó a una concejala del PP y una periodista de la televisión local. Ambas aparecían practicando juegos sexuales junto a un hombre en unas imágenes que acabaron siendo de dominio público gracias a Internet.
Durante el último siglo hemos temido que el poder controle a los individuos a través de la tecnología: desde que en 1949 George Orwell inventó el Gran Hermano en su novela 1984, otros muchos escritores han fantaseado con el control total de la población e incluso los regímenes fascistas han intentado convertir la ficción en realidad.
Las profecías del siglo XX se han cumplido en cierto modo gracias a la tecnología del XXI. El comportamiento de cada individuo puede convertirse en cualquier momento en dominio público, las debilidades y las actuaciones incívicas son objeto de la reprobación o la burla general con un simple flash del teléfono móvil y una conexión a Internet. Pero, contra lo que predecían los augures del siglo pasado, el control no parte de una minoría poderosa que vigila a las masas, sino que es la masa la que se vigila a sí misma. El Gran Hermano ha resultado ser una infinidad de pequeños hermanos que, armados con teléfonos móviles, se controlan unos a otros.
Fuente: Telecinco
Belén Toledo, 05-07-2005
[Sacado de Absurd Diari]