PARANOIA

Cap. I.

¡Me falta aire!

No sé qué es lo que pasa. Pero debo seguir corriendo.

Los pitufos cada día son más peligrosos. Se piensan que cualquiera que camina por la calle es un asesino en potencia o algo así.

Lo mejor será seguir corriendo.

Escucho gritos: – ¡Hijo de puta! ¡¿No ves que estás matando a mi madre?!
Dos disparos y los gritos cesan…

¡Debo de correr más! De ello puede depender el que mañana siga respirando.
Pero de momento me falta el aire. Me cuesta respirar. Será mejor que les dé pronto el esquinazo, pues el trotar de sus botas militares cada vez se escucha más cerca. ¡He de encontrar un portal abierto ya!

Giro la esquina. ¡Estoy de suerte, una puerta abierta!
No me lo pienso dos veces y me adentro en la penumbra del portal que puede ser mi salvación. Pero aún no estoy a salvo. Cierro la puerta con todo el cuidado que puedo y me agacho.

Contengo la respiración y pienso en quién me mandaría a mí salir de noche, tras el toque de queda.

El sonido de las botas con punta metálica se hace más y más intenso, penetrando en mis oídos, perforando mis tímpanos, como decía mi abuelo paterno que hacía su hijo, mi padre, con la música máquina, cada vez que la ponía a todo volumen, en la que ahora es mi casa o, mejor pensado, era…

Un flash de luz y sombras. Acaban de pasar por al lado de la puerta.

¡Mi corazón va a cien!, como decía mi padre. Late tan deprisa y con tanta fuerza que oculta el sonido del galope de los azules. Así que lo mejor será que me tranquilice. He de respirar hondo. Cojo aire por la nariz: uno, dos, tres; lo retengo: cuatro, cinco, seis, siete, ocho; y lo expulso por la boca: nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince y dieciséis… ¡Aaaaah! Ya me siento mucho mejor.

Parece que la cuadrilla ya ha pasado de largo, pues el sonido de las botas negras al chocar contra el asfalto es cada vez más impreciso.

De repente un grito vuelve a desgarrar la noche: ¡Noooooooooooooooorl!
y un: ¡¡¡¡¡¡Bang!!!!!!!
lo deja inacabado; así de simple, así de sencillo. Me apena pensar que ese disparo que se acaba de oír a lo lejos, puede haber segado la vida de alguna conocida o de algún conocido, pero que a la vez indica que no he sido yo y, sobre todo, que ya están lejos de aquí…

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