Aprovechando que ella me dejaba solo por unos minutos, saqué el móvil del bolsillo del pantalón para matar el rato comprobando si había alguna novedad.
En la penumbra del bar comprobé que, aprisionado entre el teléfono y mi pulgar asomaba un palito.
¿Cómo habría ido a parar esa porquería a mi bolsillo?
Sin pensarlo, lo tiré al suelo.
* * *
Me quité la chaqueta y la lancé sobre una silla.
Era tarde, tenía sueño; ganas de meterme en la cama.
Al ir a apagar el móvil noté algo extraño. En vez de la rejilla que protegía la ranura del auricular, ahora había un feo hueco que dejaba a la vista la membrana.
Una imagen cruzó mi mente: un pequeño palito cayendo a la inmensidad del suelo del bar, que conforme descendía, poco a poco se iba definiendo más y más como la rejilla que ya nunca más volvería ver.