De Monistrol de Montserrat a la Pobla de Claramunt

¿Madrugar un día de fiesta? Sí, sí, estamos como una chota.

Día 31 de octubre de 2011, bien temprano.
Desayunamos, nos acicalamos, nos vestimos y pillamos todos los bártulos.
Caminamos hasta el metro, con la mochila a cuestas, que nos lleva hasta la Plaça d’Espanya. Una vez allí, subimos al ferrocarril de la línea R5, que sale a las 7:36 y nos lleva hasta Monistrol de Monserrat, donde nos deja poco más de una hora más tarde, a las 8:44.

Un momento de descanso en la estación y comenzamos a caminar en busca de la Plaça de la Font Gran. Por suerte no está muy lejos.
Hacemos estiramientos, preparamos los palos de caminar y nos ponemos en marcha, siguiendo la Drecera dels Tres Quarts.

Hay mucha humedad, la niebla nos rodea.
Por el camino paramos a comer una mandarina.
Seguimos y yo, a medio camino, malinterpretando las indicaciones, en mi tozudez hago que bajemos por unas escaleras que claramente nos alejan de la cima. Así que por mi culpa el ascenso se alarga unos veinte minutos.
Por suerte vamos bien de tiempo e incluso podemos detenernos a hacer algunas fotos, como esta:

Foto de Montserrat

Una vez arriba, almorzamos y damos una vuelta por el Santuari de Montserrat.

Foto del Santuari Montserrat

Tras un rato de «recogimiento y contemplación», decidimos ponernos en marcha.

La ruta que intentamos seguir es la de la novena etapa del GR-172. Nuestro objetivo es llegar a Sant Pau de la Guàrdia, para pasar noche allí, y seguir al día siguiente hasta La Pobla de Claramunt, desde donde volver a Barcelona con los ferrocarriles.
Así que una vez localizamos el inicio del Pas dels Francesos, comenzamos a caminar intentando seguir las indicaciones que llevamos impresas.
En un momento dado nos despistamos y entramos en el refugi de Sant Benet.
Allí preguntamos si vamos bien. Nos dicen que sí, que el camino que seguimos pasa por la puerta del refugio, pero no acaban de ver claras las indicaciones que llevamos.
Pronto comenzamos a vislumbrar, por las señales, que el camino va a ser más largo de lo que habíamos pensado. Encima, el recorrido no está en muy buen estado. A menudo avanzamos entre la maleza y en más de una ocasión tenemos que salvar algún trozo de camino que ha desaparecido por culpa de las lluvias.
Aun así, no cejamos en nuestro empeño. Seguimos adelante hasta los aledaños del Monestir de Santa Cecília, donde paramos para comer los bocadillos que llevamos.
Con el estómago lleno y las piernas algo aliviadas, continuamos.
Las vistas son espectaculares. Ya no hay tanta niebla, pero el día sigue encapotado.
Por el camino apenas nos hemos cruzado con gente. Sólo en las cercanías de los monasterios.
Caminamos, caminamos y caminamos. Ya estamos por encima del tiempo calculado y comenzamos a temer que se nos haga oscuro.
En las proximidades de Can Massana encontramos a gente de paseo, que al vernos nos preguntan si participamos en alguna carrera. Nos reímos. Por suerte nos dicen que aunque todavía nos queda un buen trozo, no vamos mal orientados.
Más adelante vemos que el GR y el Camino de Santiago se unen.
Una vez cruzamos la carretera y salvamos algunos desniveles iniciales, el camino es prácticamente plano.
Cansados, con el sol ya bajo, la alegría nos invade al ver que llegamos directamente al Celler de la Guàrdia.
Preguntamos por el albergue y nos dicen que no nos preocupemos, que nos dan una habitación por el mismo precio.
Una vez instalados y hechos los estiramientos de rigor, nos duchamos, cambiamos y descansamos.
Al rato, bajamos a cenar. ¡Qué banquete!
Con la tripa a reventar, les comentamos que a la mañana siguiente tenemos que salir muy temprano. Nos dicen que no nos preocupemos, que nos dejarán algo en la puerta de la habitación, para que desayunemos y almorcemos. Así que pagamos y nos retiramos.

Al día siguiente, como ya he dicho, nos levantamos muy temprano. El motivo del madrugón es que tenemos que asistir a una comida familiar.
Comprobamos que, efectivamente, nos han dejado una bolsa con cosas para desayunar y unos bocadillos. ¡Hasta hay panellets! Qué gente más maja.
Una vez listos y hechos los estiramientos, salimos a la calle. Hay niebla por todos lados.

Niebla en Sant Pau de la Guàrdia

Hacemos unas fotos y nos ponemos en marcha. No es cuestión de tomárselo con calma, pues tenemos algo más de 13 kilómetros por delante que, en principio, deberían ocuparnos 3 horas, pero después de la experiencia del día anterior ya no nos fiamos.
Atravesamos la urbanización de Sant Pau de la Guàrdia, envueltos en la niebla y los ladridos de los perros que guardan las casas. No se detienen ni un instante, es rallante. De repente aparece un perro a nuestro lado, con pinta de estar abandonado, suponemos que advertido por los ladridos. Comienza a seguirnos, mientras se acerca de vez en cuando a los perros de las casas, que le rehuyen.
Poco a poco nos adentramos en un bosque y el camino se hace más agradable, ahora ya sin los ladridos, aunque todavía con el perro, que parece que nos haga de guía.
Al rato vemos otro chucho a lo lejos, escuálido, que también comienza a seguirnos, pero con mucha distancia, temeroso de su congénere. Finalmente desaparece.
En un par de ocasiones dudamos sobre el camino, pero no tardamos en retomarlo.
En un momento de despiste del perro que nos sigue, almorzamos los bocadillos.
Al animal sólo lo perdemos de vista en la zona del Torrent del Forn d’en Mouner. Cuando ya pensamos que nos ha dejado, vuelve a aparecer. De hecho, nos acompaña hasta la estación de ferrocarril de La Pobla de Claramunt. Una vez allí, al ver que no caminamos más, se va.

Estamos cansados, pero hemos conseguido llegar a tiempo para coger el tren anterior al que habíamos pensado en un principio, el de las 12:01.

La línea R6, nos lleva de nuevo a Barcelona, donde, tras una ducha reparadora, conseguimos llegar a tiempo para celebrar la Castanyada.

Comentarios
No os voy a engañar, el recorrido que hicimos no es fácil.
La subida a Montserrat y luego llegar a Sant Pau de la Guàrdia por el GR, no es precisamente un paseo. En concreto, el GR está en mal estado en algunos tramos y, por lo que nos comentaron en El Celler de la Guàrdia, ya lleva así algunos años.
Acabamos muy cansados, y si no hubiésemos ido con tiempo, se nos podría haber hecho de noche, por culpa de las indicaciones de las que nos fiamos.
Por suerte, somos precavidos y la cosa acabó bien. Además con la recompensa del buen trato en El Celler.

La segunda jornada, en cambio, es sencilla, prácticamente plana.

En fin, toda una aventurilla de fin de semana largo. 😉

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