Archivo de la categoría: Paranoias

Idas de olla con forma de letras

Eva

Cuatro y veinte de la mañana del sábado 16 de noviembre de 2013.
– ¡Despierta! Creo que he roto aguas.
Saliendo de un sueño profundo, e intentando abrir los ojos, sólo consigo mascullar:
– ¿Qué?
– Creo que he roto aguas. Mira.
Observo una mancha de humedad en las sábanas.
– Va a ser que sí.
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El palito

Aprovechando que ella me dejaba solo por unos minutos, saqué el móvil del bolsillo del pantalón para matar el rato comprobando si había alguna novedad.
En la penumbra del bar comprobé que, aprisionado entre el teléfono y mi pulgar asomaba un palito.
¿Cómo habría ido a parar esa porquería a mi bolsillo?
Sin pensarlo, lo tiré al suelo.
* * *
Me quité la chaqueta y la lancé sobre una silla.
Era tarde, tenía sueño; ganas de meterme en la cama.
Al ir a apagar el móvil noté algo extraño. En vez de la rejilla que protegía la ranura del auricular, ahora había un feo hueco que dejaba a la vista la membrana.
Una imagen cruzó mi mente: un pequeño palito cayendo a la inmensidad del suelo del bar, que conforme descendía, poco a poco se iba definiendo más y más como la rejilla que ya nunca más volvería ver.

Pequeña salamandra

Ayer maté una salamandra dentro de casa. Pobrecilla… :__
No, no era mi intención. Y no, no es normal que una salamandra aparezca dentro de un piso, que está a una altura considerable, en plena ciudad.

Vi moverse algo por la zona periférica de mi campo de visión. La primera impresión fue pensar que sería un insecto, pero al enfocar la vista me sorprendí: una salamandra de unos 8 centímetros de longitud, que en apariencia provenía del dormitorio, se disponía a cruzar el pequeño pasillo. Pero el destino estaba en su contra.
Su color prácticamente blanco, un gris de los más claros, contrastaba de tal forma sobre el suelo oscuro, casi negro, que era imposible no verla.
Pasé junto a ella lo más sigilosamente posible. Entré un momento en el lavabo para coger algo de papel higiénico.
Apenas la perdí de vista; apenas se movió unos centímetros.
La idea era capturarla y soltarla en la calle.
Dispuse el papel en mi mano y me lancé a por ella.
Mal, mal, mal. Calculé mal la fuerza.
Al cogerla, pensando que ofrecería resistencia, apreté demasiado. No pensaba que su cuerpo sería tan blando…
La partí por la mitad…
Al abrir ligeramente la mano, pude ver su sufrimiento: literalmente estaba estirando la pata; concretamente la izquierda trasera, que le temblaba de forma lastimosa.
Así que no lo dudé: cerré el puño, apreté con fuerza y después me deshice de sus restos de forma poco honrosa: corriente abajo, en el inodo.

Espero que estas líneas sirvan para que su muerte no haya sido en vano.
Descansa en paz, pequeña salamandra. u_u

[Publicado previamente en ANLIUM]

Una mañana cualquiera

Una mañana cualquiera

Saqué el casco integral de su funda y me aseguré de que los guantes estuviesen en su interior; son azul eléctrico, fresquitos, para el verano.
Comprobé una vez más que tenía todo lo que necesitaba: las llaves de la moto, los papeles, el móvil y me dirigí a la puerta.
Tras sacar las llaves de casa de la cerradura, giré el pomo y salí al rellano. Cerré tras de mí y me dirigí al ascensor.
Pulsé el botón rojo e instantáneamente se oyó el estruendo que hace el motor al activarse en la sala de máquinas, que se halla por encima del ático.
Unos segundos más tarde, tras abrir y cerrar las antiguas puertas del sistema de seguridad arcaico, me despeñaba por el hueco del ascensor a velocidad regular, en el interior de la gran caja, con un espejo que reflejaba mi nuca, a punto de llegar al nivel de la portería.
Unos pasos más adelante, con las puertas del artefacto ya cerradas, pulsé el botón que permitía abrir el portal del inmueble desde dentro. Curioso eso de poner las cosas difíciles para salir; más de una vez me he encontrado a un pobre buzonero atrapado, sin saber cómo recuperar su libertad.
Acompañé la puerta con mi mano mientras se cerraba, para que no hiciese tanto ruido, y me dirigí calle abajo, poniendo especial cuidado al llegar a la primera esquina, por la que los coches suelen pasar a gran velocidad, sin tener en cuenta la estrechez de la acera ni el cambio de nivel al atravesar la calle peatonal, por la que yo deslizaba mis pies en ese momento.
Una intersección más y giré a la izquierda. Busqué con la mirada y localicé mi vehículo. Un par de hombres discutían a escasos dos metros.
Uno de ellos se movía nerviosamente, de un lado a otro, como si estuviese patrullando por un corto pasillo imaginario. El otro estaba prácticamente estático, pero sin dejar de mirar a su contendiente.
Saqué las llaves, retiré la pitón, abrí el asiento y puse las llaves en el contacto.
La diferencia de edad entre los dos era evidente, pero también su parecido físico, que rápidamente vi confirmado al escuchar las palabras que surgieron de la boca del menos nervioso de los dos.
Me coloqué el casco en la cabeza y enfundé los guantes en mis manos.
– Papá, por favor, no se te ocurra venir a vivir al mismo edificio en el que estoy yo. — dijo el más joven de ellos, al que seguramente no faltaría mucho para cumplir los cuarenta.
Puse la llave en posición de arranque.
– Yo puedo hacer lo que me dé la gana. — replicó como para sí mismo el mayor, mientras no paraba de moverse.
Accioné el botón de contacto y, suerte la mía, arrancó a la primera. Atrás quedaban los días en los que tenía que utilizar el maldito pedal de arranque.
– En serio, papá, esto no puede seguir así. — Continuó el joven. — El jodido no entra en razón. — Añadió, sin quedarme claro si era un comentario que se hacía así mismo o buscaba mi complicidad.
Me subí en la moto, la liberé del caballete y giré el puño del acelerador.
Mientras me alejaba, pensé que aquello no iba conmigo, era algo que tenían que resolver aquellos dos personajes que discutían junto a la entrada de la psicoclínica.

La Habitación Roja – Los amantes y la paz

No pido nada, que tú no me puedas dar
y no creo en el más allá.
La única verdad es que no hay verdad,
casi todo se puede comprar.

Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.
No me puedes decir que todo acaba aquí,
si no hay marcha atrás volveremos a empezar.

La única verdad, es que no hay verdad,
lo que tú y yo buscamos no se puede encontrar.

Quítate ese disfraz, eso no es para ti,
no vamos a vendernos más.
Siempre nos pasa igual,
cuando llega el final intentamos reaccionar.

Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.
No me puedes decir que todo acaba aquí,
si no hay marcha atrás volveremos a empezar.

La única verdad, es que no hay verdad,
lo que tú y yo buscamos no se puede encontrar.

Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.
Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.

Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.
Volvemos a fingir, volvemos a buscar,
las luces de neón, los amantes y la paz.

Y entonces te diste cuenta que era la segunda vez, justo el mismo día pero años después, salvo que la primera no hubo palabras, sólo su sorpresa cuando dijiste adiós.
Así que tenías algo de razón, no estabas tan equivocado al fin y al cabo, a pesar de que lo único que querías era quitarte de encima aquello que no entendías y te anulaba.
Y ahora que lo tenías tan claro, dudas. Sabes que no podía salir bien, pero ya nunca lo descubrirás… ¿o quizás…?
El tiempo lo dirá…

Los otros ChusZ

Fugaz

En su día ya expliqué más o menos, a mi manera, de dónde surgió lo de ChusZ.
Lo que ahí no se dice es que, en ocasiones, cuando comencé a entrar al IRC en los «descansos» que nos tomábamos mientras hacíamos las prácticas de PM (Programació Metòdica), a las tantas de la noche (para poder pillar terminales), también me hacía llamar Zeta.
Normalmente entrábamos Jota y Zeta juntos, e intentábamos establecer conversaciones «inteligentes» con la gente.
Creo recordar que solíamos pulular por Undernet, sobre todo en el canal #barcelona.
Buf… hace 14 años de eso ya… >.<
Bueno, la cosa es que en más de una ocasión me topé con gente que conocía a otros Zeta y terminé por usar también ahí ChusZ, que era más «original».

Y es que siendo tantos como somos en este planeta, cada vez es más difícil ser «original».
En fin, ahora veréis el porqué de estas divagaciones.

A veces me da por cotillear y me pongo a rastrear las huellas que voy dejando en la Red. Supongo que no debo ser el único que lo hace; si no lo habéis hecho, probadlo, puede llegar a ser «divertido».
La cosa es que así es como descubrí, hace ya tiempo, que hay un par de ChusZ más por ahí.
Por lo visto uno es mexicano, tiene 26 años y toca la batería.
El otro es un gamer español, de Madrid, parece ser.

Es curioso que ambos sean de habla hispana. Supongo que lo de la CH y el venir de un diminutivo en castellano, debe tener que ver bastante. xD

Pero bueno, por edad, está claro que debo ser el primero que comenzó a usar el nick. Así que sigo siendo «el original». 😛

En fin, un saludo desde aquí a mis «tocayos». 😉